martes, 19 de abril de 2011

La armonía en el deporte.


Harmonia-Deporte
Desde tiempos inmemoriales el deporte ha conseguido la unión entre seres humanos, independientemente de las culturas, razas y procedencias. 

El deporte a nivel físico  proporciona un bienestar  en la persona a través de las endorfinas,  producidas por la práctica del mismo.
 A nivel de superación se podría hablar de dos planos, el individual y el colectivo. El individual corresponde a una evolución y un afán de superación, mientras en el colectivo es la dualidad de victoria o derrota la que constata una consecución de logros o ausencia de los mismos, ya que el término fracaso mutila las expectativas puestas en el evento.
 Un deporte consciente e instrumentalizado a una evolución, no sólo en el contexto competitivo, sino como herramienta válida para el autoconocimiento, provoca un arsenal de pistas para conocer, además del deporte, quien lo practica. Para ello la actitud debe ser muy equilibrada y realista entre las limitaciones y los posibles objetivos que se puedan alcanzar.
 Las expectativas deben ser fiables y no al servicio de un ideal que creamos de nosotros mismos y en el que nos arrogamos cualidades de las que carecemos. Entonces el deporte se vuelve un alimento para el ego, perdiendo su equilibrio entre sueños, disfrute, victoria o derrota.

 El equilibrio se halla pues, en la actitud que permite manejarnos entre las polaridades
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que se van alternando entre las múltiples variables que ofrece la competición. El ego no debe interferir en la percepción que se nos muestra como bueno o malo, porque entonces el resultado del esfuerzo será supeditado por las influencias externas y que desencadenan una obsesión en la consecución de resultados.

 La armonía se consigue en la observancia de lo que se va presentando y desde una actitud de ecuanimidad y de reflexión consciente,  para que lo que se puede mejorar se mejore, y lo que no se pueda cambiar, se acepte. Así el deportista no fluctúa en sus estados de ánimo, reservando la energía para fines constructivos.
 Entonces todo adquiere su peso específico. Cuando se gana no se produce una exaltación desmedida, y cuando se pierde no se cae en la mayor de las lamentaciones. Nada pierde su frescura. Todo se acepta con ánimo renovado, no con memorias fatalistas y recuerdos dolorosos.

 Los valores que se ensalzan en el deporte como el respeto, la tolerancia o la deportividad, deben llevarse de la mano hacia valores que también se instalen en
elpracticante. Si el deportista hace hincapié en la disciplina, no debe ser como escapismo o evasión, porque entonces ésta se torna neurótica y lo que permite ser una vía de evolución se convierte en grilletes hacía uno mismo. Por ello el esfuerzo y la perseverancia debe ser bien medida, para así no caer en excesos o extremos y su consiguiente alejamiento de los objetivos. Por ello la energía que vamos a aplicar también se verá sujeta a un armonioso esfuerzo, para así sin alejarnos de nuestro centro podamos ir resolviendo todo tipo de contratiempos que se puedan presentar.


 La competición debe estar cargada de presencia vivencial, es decir, de una
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instalación en el momento presente que nos permita vivirlo y disfrutarlo. El ansia de resultados elimina toda capacidad de vivir el momento, dejando para luego lo que podemos disfrutar ahora, y así nos perdemos cada momento que cuenta, como dicen los maestros Zen. El camino es en sí la meta. Si solamente nos obsesionamos por resultados favorables,  es como perderse el paisaje en un viaje hacia ningún destino. El anhelo de logros no debe oponerse por la satisfacción en sí de querer realizarlos, exprimiendo cada circunstancia e instrumentalizándola hacia nuestro favor. Entonces la armonía se instala impregnando su fragancia y no alejando al deportista del espíritu competitivo.

 En resumen vivir el deporte en plenitud implica no cargarse en exceso por los resultados obtenidos, aunque esta motivación es indispensable como punto de inicio, pero muy frustrante cuando se vuelve voraz sin distinciones. El deportista verá en su larga senda como debe ir afrontando sus situaciones vitales, que deberá ir resolviendo a la vez que madura interiormente, ya que tomará consciencia que la verdadera competición está en uno mismo.


      NOTA:
     Este artículo fue publicado el 17 de abril de 2011  en www.modernsoccer.net

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